Crítica: Stranger Things 2

¿Quién dijo que segundas partes nunca fueron buenas? Los hermanos Duffer, creadores de la serie hit del momento, vuelven a repetir éxito.


Creo que no estaría exagerando si dijese que Stranger Things fue una de las series revelación del año pasado. La historia creada por los hermanos Duffer guardaba un buen equilibrio entre las aventuras nostálgicas de la infancia y un terror ochentero que, combinado con unos personajes protagonistas entrañables y una ambientación espectacular en ese pueblo llamado Hawkins donde nunca pasa nada –hasta que pasa-, hacían de ella una de las mejores ofertas de Netflix. Sus ocho episodios pasaban como una exhalación, dejándonos con ganas de más. Como debe hacer toda gran serie, aquella primera temporada sentó unas bases excelentes sobre las que construir las siguientes…y así llegamos hasta el presente. Stranger Things 2, como el propio nombre indica, es una continuación directa de las desdichas que sufren los habitantes de este apacible pueblo de Indiana. Sobra decir que si estás leyendo esta crítica sin haber visto la temporada original, deja de leerla, hazte una maratón “seriéfila” y luego vuelve. La historia retoma donde lo dejaron: Will fue rescatado, aunque sufre secuelas; Once está en paradero desconocido; y el grupo formado por Mike, Dustin y Lucas siguen haciendo de las suyas. Además de contar con el reparto principal entre los que destacan Winona Ryder, David Harbour, Millie Bobby Brown y cía., esta secuela incorpora caras nuevas y tan reconocibles para el público ochentero como Sean Astin y Paul Reiser –sí, el malvado ejecutivo de Aliens: El regreso-, los cuales añaden un punto más a un ya de por sí sensacional grupo de actores.

Empezaré hablando del que, en mi opinión, es el elemento clave de esta secuela: el guión. La trama se desarrolla a lo largo de nueve capítulos –uno más que la original- y aunque al principio esto pueda parecer como una extensión innecesaria, lo cierto es que funciona a las mil maravillas. Yo divido esta temporada en dos tramos bien diferenciados: uno que termina alrededor del cuarto episodio y otro que continúa hasta el final de la serie. El primero es más sosegado, algunos atrevidos dirán incluso que aburrido, ya que se toma un tiempo para explorar a los personajes; obviamente es la calma que precede a la tempestad. Como es lógico, toda buena historia debe tomarse un respiro antes de avanzar, porque de lo contrario, corre el riesgo de asfixiarse. Algunos fans escépticos, entre los que me encuentro, tenían miedo de que esta segunda entrega incidiera más en el confeti y en el show pirotécnico que en el desarrollo de personajes, así que me alegré cuando vi que mantenían sus prioridades claras. En esta parte se dedican a explorar más detalladamente la relación familiar entre Once y Hopper, dos personajes tremendamente carismáticos que forman un dúo magnífico. Además, otros como Dustin y Lucas ganan más tiempo en pantalla en detrimento de Mike, al cual ya conocíamos sobradamente de la primera temporada. Sin embargo, hay un par de novedades que no terminaron de convencerme y esos son Max y Billy, dos hermanos que se nos introdujeron rápido en la historia, aunque nunca llegan a encontrar su sitio. Quizás es porque no estuvieron demasiado bien escritos o quizá porque se les desarrollará más en las próximas temporadas, pero lo cierto es que ni sus interpretaciones ni su papel fueron lo suficientemente relevantes como para que llegasen a importarme. Max encajó algo mejor con el grupo protagonista pero lo de Billy es bochornoso. Según tengo entendido, pretendían crear un villano humano en contraposición al gran enemigo de la trama, pero el resultado no podría ser más estrepitoso. Inútil e innecesario. Por otra parte, los adolescentes Nancy, Steve y Jonathan tienen mayor importancia que en la original donde no pasaban de mera distracción. ¿Recordáis a Barbara? Pues ella va a ser el detonante de las aventuras de estos personajes, aunque con distintos resultados. Por otra parte, Winona Ryder comparte protagonismo con Sean Astin, los cuales forman una pareja cuanto menos peculiar. Una pena que los hermanos Duffer no indagasen demasiado en su relación como para captar nuestro interés pero cuando aparecen caen simpáticos. Paul Reiser tiene un rol es bastante secundario, aunque aparece de vez en cuando para jugar con las expectativas del espectador. Buena elección de casting. Sin embargo, pasado el cuarto episodio,  la narrativa toma un giro de 180 grados, dejando algo de lado el drama para centrarse más en la intriga/terror y finalmente en la acción. Los indicios y las pistas que nos iban dando a lo largo de esos primeros episodios se estaban materializando.


En cuanto a la dirección, mantienen el mismo tono aventurero que catapultó esta serie a la fama. Respetan el estilo y saben continuarlo para que no parezca un simple refrito. En esta continuación encontraremos más acción y más efectos especiales –contaron con más presupuesto para ello- pero sorprendentemente, también hay más drama, sobretodo alrededor de Once. Aquí la veremos más crecida, tomando consciencia de sus poderes a la vez que trata de desentrañar los secretos de su traumático pasado. El trabajo de los guionistas con su personaje me pareció acertado aunque podría haber sido más emotivo. Preguntas que quedaron coleando de la primera temporada como: ¿dónde está su madre? ¿Cómo puede llevar una vida normal? y otras muchas obtendrán respuesta y abrirán también nuevos frentes.


Por último, la música y la ambientación siguen jugando el mismo papel que la convirtieron por derecho propio en una de las series más queridas por el público. Esta serie va dedicada a todos los nostálgicos de aquellos tiempos en los que no habían ni smatphones ni redes sociales ni videojuegos fotorrealistas; nos contentábamos con poco –un balón de fútbol, un juego de mesa o cualquier tontería que nos inventáramos sobre la marcha-, alquilábamos VHS en el videoclub, escuchábamos Rock & Roll y quedábamos en una sala recreativa. Los jóvenes protagonistas realmente son el reflejo de muchos de nosotros. Además, los guiños a clásicos de los ochenta como Terminator, Aliens o el cine de Carpenter cobran gran protagonismo. La campaña de marketing también ayuda a construir esa sensación, presentándonos varios pósters inspirados en películas de la época como Alien, Pesadilla en Elm Street, Los Goonies, Tiburón -¿o puede que Temblores?-, Evil Dead, Cuenta conmigo y más. Queda muy claro desde el principio qué cartas juega Netflix y los hermanos Duffer.


En definitiva, Stranger Things 2 es una continuación notable de aquella serie que nos maravilló a muchos el año pasado. Como era de prever, no mantiene la frescura de la original y en ocasiones se le ven las costuras pero, consciente de ello, sabe ofrecer al espectador más drama y acción que la original. Lo que más le achaco es que sus nuevos fichajes no hacen mucho por engrandecer esta serie; Astin y Reiser son buenos actores pero les dan poco con lo que trabajar y los personajes de Max y Billy permanecen en todo momento a la sombra de los verdaderos protagonistas de la historia. Los creadores han dicho que pueden seguir hasta la quinta temporada y aunque sí es cierto que el final de esta secuela ni mucho menos es concluyente, creo que para la próxima deberían centrarse más en establecer los personajes nuevos que nos introdujeron en ésta, en lugar de añadir otros nuevos que hagan que la serie pierda esa sensación de familiaridad que la distingue de otras. Por lo demás, la fórmula que han conseguido aún se mantiene fresca y ampliamente satisfactoria.



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