Espíritu audaz, corazón sincero


Por fin he terminado Stranger Things, la serie de la que todo el mundo habla. Algunos la califican como la serie del verano y nueva joya de Netflix. Creada por los hermanos Duffer, la serie se ambienta en un pequeño pueblo de Indiana donde nunca pasa nada. Al menos hasta que el joven Will Byers desaparece misteriosamente sin dejar rastro. Ahí comienzan los problemas para todos y comienzan a ocurrir cosas extrañas. Protagonizada por Winona Ryder, David Harbour y Millie Bobby Brown esta pequeña serie nostálgica de los 80 de aventuras, fantasía y elementos de terror  no deja indiferente al que la ve ¿Podríamos decir que Netflix lo ha vuelto a hacer?


Esta primera temporada -acaba de ser renovada para una segunda- está formada por ocho episodios de duración intermedia, en los cuales nos narra una historia absolutamente cinematográfica que hará que te preguntes si lo que estás viendo es verdaderamente una serie. Cierto es que de un tiempo a esta parte se han puesto de moda las series de argumento lineal -Boardwalk Empire, Juego de Tronos o Mr. Robot- por encima de las episódicas gracias a pioneras como Los Soprano o The Wire. Ya no fruncimos el ceño cuando nos referimos a ellas con el término “películas largas” y Stranger Things con hace más que reafirmar esta tendencia. La historia progresa escalonadamente, los personajes evolucionan a la par y los misterios nos son revelados al final de temporada sin dejar demasiados cabos sueltos como para justificar un infinito número de temporadas. Al concluir la temporada tuve la sensación de cierre propia de un filme con final abierto; siembra suficientes dudas como para hacerte reflexionar sin dejarte con cara de tonto. Es por esto que el anuncio de esta segunda temporada me tiene mitad emocionado mitad desconfiado porque no creo que la necesite. Me explico; me encantaría ver esta historia continuar madurando pero, a la vez, he quedado satisfecho con su conclusión. Lo que más aprecie de la historia fue la diversidad de perspectivas ante el mismo problema. Por un lado, tenemos el punto de vista aventurero e inocente de los jóvenes amigos de Will. Luego tenemos a su madre, encarnada por Winona Ryder y al shérif Hopper, magníficamente interpretado por David Harbour que se complementan a las mil maravillas. Por último encontramos a los incoherentes adolescentes que, movidos por las hormonas, no dejan de hacer disparates. El resultado es una mezcla entre el cine aventurero de Spielberg, las novelas de terror de Stephen King y la atmósfera opresiva del cine de Cronenberg. 

Otro apartado en el que sobresale Stranger Things es el interpretativo, sobretodo de los más jóvenes. Enseguida empatizas con este grupo de chavales cuya única motivación es encontrar a su amigo y eso se debe no sólo al diálogo sino a la espontaneidad de estos críos. Desde Super 8 no veía un grupo de jóvenes actores tan creíbles en sus papeles como estos. Millie Bobby Brown, que interpreta a la misteriosa Once, va incrustándose poco a poco en la dinámica del grupo hasta convertirse en pieza fundamental y una más del grupo. Maravilloso crecimiento el de su personaje. Winona Ryder y David Harbour son de lejos los adultos que más presencia tienen, yendo “in crescendo” conforme la serie avanza para llegar a un final explosivo donde llegarás a conectar y afligirte por la situación que sufren. Sin embargo, esperaba algo más del malvado Dr. Brenner, interpretado por Matthew Modine, que no llegó realmente a consolidarse. Como tampoco lo hicieron los adolescentes, a excepción del hermano mayor del desaparecido, Jonathan (Charlie Heaton). Me divertí ocasionalmente con la relación amorosa entre Nancy (Natalie Dyer) y Steve aunque nunca llegó a interesarme realmente su historia. Quizás fue la pieza más fea de este maravilloso puzzle. 


Aún no he entrado -ni entraré demasiado- en el componente fantástico de la trama puesto que es el secreto mejor guardado. Sólo diré que el diseño de producción raya el sobresaliente teniendo en cuenta las limitaciones de su presupuesto y gran parte de culpa la tiene el brillante uso de la cámara a la hora de mostrarnos lo justo para despertar nuestra curiosidad. El factor sobrenatural está llevado de manera integral a la historia sin abusar de grandes escenarios o efectos especiales. Sabes que algo ocurre, te dejan intuir lo que puede ser pero no es hasta el final cuando te lo desvelan y resulta gratificante. Me encantó cómo cada personaje tenía una manera diferente de convencerse de la existencia de lo sobrenatural y cómo el espectador, a su vez, conectaba facilmente con el personaje que más se le asemejara.

Stranger Things es definitivamente la serie del momento y se lo ha ganado por derecho propio. Hacía tiempo que no me sentía tan cercano a unos personajes como estos y hacía más tiempo aún que no veía una historia que emulara correctamente el espíritu de los 80. Lejos de ser una copia, los hermanos Duffer consiguen un equilibrio perfecto entre originalidad y el homenaje a un cine que tantos buenos momentos nos brindó. Bebe de las fuentes de E.T. (1982) también de Cuenta conmigo (1986) e incluso de la filmografía de John Carpenter y las emplea para contar una historia emocionante, intrigante y sincera que radica en algo tan verdadero como la amistad y el afecto. Guarda algo para todos los cinéfilos, referencias y guiños plagados por toda la serie y eso le otorga una autenticidad difícil de encontrar estos días. Sí, es una borrachera nostálgica y expone al niño que llevamos dentro pero lo hace tan sutilmente y con tanto cariño que no puedes evitar enamorarte de ella.


9/10: RETAZOS DE RECUERDOS IMPERECEDEROS

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