A contracorriente de un sistema fraudulento

La gran apuesta es un nuevo intento de esclarecer los hechos acaecidos en los despachos de los grandes bancos de Wall Street, años antes del desplome de la economía norteamericana -y global-, en el año 2008. Dicha crisis fue generada por la infame burbuja del sector inmobiliario. Términos como hipotecas subprime, bonos basura o swaps y números -tanto negativos como positivos- fluctuantes abundan a lo largo del filme, convirtiendo sus más de dos horas de metraje en un laberinto de explicaciones y conceptos, que resultarán todo un desafío para el espectador. Dirigida por Adam Mckay, conocido por sus películas cómicas, ahonda en un drama de proporciones mastodónticas y alarmante actualidad con originalidad y atrevimiento, utilizando algo de esa comedia para amenizar un guión tremendamente denso. El reparto lo componen Steve Carrell, Christian Bale, Ryan Gosling y en menor medida, Brad Pitt. Casting estelar para una película singular, diferente y necesaria para comprender nuestra coyuntura.

Empezaré hablando de las actuaciones, que tienen como estrellas indiscutibles a Steve Carrell que, una vez más y tras Foxcatcher, se perfila como un gran actor y a Christian Bale en un papel escueto aunque necesario para el buen funcionamiento de la historia. Los personajes a los que encarnan son verdaderos parias que, quizá por su incapacidad para relacionarse, logran ver lo que nadie puede ni quiere y eso no es otra cosa que la evidente podredumbre sobre la que se construyó el sistema financiero contemporáneo. Un sistema en el que no desean participar, un gran fraude del que todos los demás son orgullosos partícipes. Aparte de ellos, cabe destacar la extrovertida actuación de Ryan Gosling, cuyo personaje insufla alegría a la cinta. Comedia negra que funciona bien, sobretodo intercalándolo con la densidad de su narrativa. El guión, basado en un libro homónimo de Michael Lewis, es probablemente el mayor valor de la película ya que logra notablemente la ardua tarea de simplificar las cosas, de acercar al público interesado los conceptos básicos que explican el por qué de esta catástrofe. Si al salir de la sala, sientes que entiendes o te interesa más este episodio de nuestra historia, entonces querrá decir que el guión ha logrado su propósito: captar nuestra atención. Personalmente, el único problema que le encontré fue la cantidad de personajes que nos presentan. Creo que su relato habría resultado más eficaz si se hubieran centrado en un grupo de analistas, concretamente en el de Steve Carrell, porque ese es el que mayor capacidad de desarrollo y mayor carisma tiene. Hay otro grupo que, sin desvelar partes de la historia, funciona independientemente y en paralelo al conjunto protagonista de Carrell, difuminando innecesariamente una narración ya de por sí compleja. Por momentos resulta demasiado cargante, incluso para el más versado y en parte se debe a que la historia no descansa, no se permite el lujo de desviarse o relajarse ni un solo momento. Adam Mckay tiene un estilo particular, que muchos conoceréis por películas como El reportero: la leyenda de Ron Burgundy y lo traslada parcialmente a su nueva cinta. Pese a su evidente cambio de registro, Mckay no tiene miedo de romper los corsés que a menudo vemos en la mayoría de las películas de esta índole. Una tirantez que aquí desaparece y que genera confianza en el espectador, abandona la austeridad y la disciplina trajeada por el buen rollo. La economía nunca se sintió tan próxima al ciudadano de a pie y eso libera y mucho las autoimpuestas ataduras de un género con gran potencial y aún mayor importancia. En cuanto a la fotografía, donde abundan los primeros planos, las rápidas transiciones y en definitiva el dinamismo, he de decir que me pareció sorprendente e indómita. 


En conclusión, La gran apuesta es un cóctel explosivo que aúna las más de trescientas páginas de contenido escrito por el autor Michael Lewis y la loca irreverencia vista en El Lobo de Wall Street. Mientras la descomunal obra de Scorsese nos retrataba la vida de uno de los tiburones de la capital financiera, ésta nos detalla el corrupto mecanismo sobre el cual se movían dichos escualos. Como no, es una película densa, difícil de seguir pero supone un reto necesario para desentrañar las incógnitas que a menudo nos planteamos. ¿Por qué las instituciones dejaron que ocurriera? ¿Cómo pudieron engañarnos durante tanto tiempo? y la pregunta del millón ¿Qué podemos hacer para que la historia no se vuelva a repetir? Lamentablemente poco, lo que si podemos -y debemos- es informarnos para identificar futuras trampas, dificultando así sus prácticas fraudulentas.


7.5/10: HAY PERSONAS DETRÁS DE LAS CIFRAS

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