Algunas cosas nunca cambiarán

Spectre es la vigésimo-cuarta película de James Bond, la cuarta para Daniel Craig y si habéis visto sus anteriores entregas, sentiréis como si cada una de ellas estuviera construyendo un momento, éste momento. Sam Mendes regresa, a su vez, tras el inmenso éxito que supuso Skyfall en 2012 -recaudando más de un billón de dólares- para poner el ¿punto final? Como no podía ser de otra manera el reparto es estelar: Christoph Waltz, Monica Bellucci, Ralph Fiennes, Léa Seydoux, Ben Whishaw y Naomie Harris entre otros acompañan a Daniel Craig en su nueva aventura. La trama nos muestra a un Bond en búsqueda de una organización fantasma, que tendrá que derrocar antes de que sus malévolos planes se hagan realidad. Franz Oberhauser (Christoph Waltz) lidera esta corporación que actúa en las sombras, moviendo los hilos de la sociedad contemporánea a su favor. Para ello, Bond deberá hacerle frente a los fantasmas de su pasado y desenmascarar al villano que ha estado moviendo los hilos de su vida todo este tiempo. Personajes como Sr. Blanco o Vesper Lynd serán traídos de vuelta, algunos física otros psicológicamente ya que todos ellos conforman al James Bond que vemos en Spectre. De alguna manera, éste es el capítulo final, la cuadratura del círculo que muchos estaban pidiendo.

Me gustaría comenzar diciendo que probablemente ésta sea la entrega de Bond con mayor y mejor factura hasta la fecha. Con Skyfall, Roger Deakins dejó impronta y elevó a Bond a otra categoría, con Spectre establecemos dicha calidad como una constante. La franquicia del personaje de Ian Fleming jamás se ha prodigado por ser visualmente apabullante y es que, si bien siempre cumplió en este ámbito, nunca hemos asociado a Bond con una fotografía excelsa. Fue en Skyfall que la fotografía cobró mayor peso en el conjunto del filme. En Spectre ocurre algo similar con Hoyte van Hoytema (Interstellar, Déjame entrar, Her), el elegido por Eon para filmar la cinta. Cada fotograma deslumbra, cada localización que nos muestran se retrata bellamente y cada conversación queda grabada en nuestras retinas. Van Hoytema nos promete, desde el plano-secuencia del preludio, que presenciaremos una obra de arte fílmica y hasta los créditos finales mantiene dicha promesa. 
El director Sam Mendes, acérrimo fan del agente británico, se decanta en esta ocasión por la espectacularidad y el derroche de recursos prácticos, así como una gran lista de lugares repartidos a lo largo y ancho del planeta y pese a que huye de la sobriedad, seriedad y solemnidad que hicieron tan exitosa a Skyfall a Mendes no le sale mal la jugada, proporcionándonos un sublime producto de entretenimiento. Porque Spectre es sinónimo de diversión, si buscas algo más profundo puede que te decepcione. Teniendo en cuenta que contó con un presupuesto aproximado de 350 millones dólares -en comparación con los 200 que costó su predecesora- convirtiéndose en la cinta de Bond más cara en sus 53 años de historia, era de esperar algo más bombástico y exagerado. Dicho esto, la trama sufre un tanto de dicho espectáculo pirotécnico, convirtiéndose más en una premisa para justificar explosiones, persecuciones y peleas que en un argumento elaborado como fue el de Casino Royale. Aquí Bond es “El increíble Bond”, enfundándose el traje de superhéroe y repartiendo estopa al que se le interponga. Llevábamos desde 2006 sin ver al Bond invencible -exceptuando Quantum-, ese que salía airoso de cualquier embrollo, por difícil que fuera y personalmente creo que la franquicia necesitaba una vuelta a sus orígenes, sin descuidar el tono cimentado estos 9 años. Mis problemas con Spectre llegan en su tercio final, donde tengo la impresión de que los guionistas no sabían como superar las cotas de acción auto-impuestas durante el metraje y terminaron por convertirlo en una comedia accidental, tirando la casa por la ventana y cerrando los ojos esperando que todo saliera bien. El otro problema es la sub-trama que crean complementaria al viaje personal de Bond,  que carece de desarrollo y cae un tanto pesada por momentos. La película dura dos horas y media y no es que se haga larga pero sí siente desaprovechada, pudiendo haber empleado más metraje en algunos aspectos principales de la historia a costa de los colaterales. De esta forma, habrían explotado mejor el carisma de Christoph Waltz en pantalla u otorgado más peso a la evolución de odio en amor de Swann hacia Bond logrando que no resulte todo tan abrupto. Los diálogos, por otra parte, siguen siendo tan irónicos y ocurrentes como siempre, un sello de calidad que la diferencia de otras franquicias de espías como Misión Imposible. Los actores y actrices son absurdamente carismáticos y atractivos: Craig aporta experiencia, Bellucci misterio y sensualidad, Seydoux magnetismo e ingenio y Waltz sarcasmo made in Tarantino. 
La música compuesta por Thomas Newman sigue el estilo de Skyfall, tomando incluso algunas piezas de ésta. En cuanto a la introducción, visualmente aprueba con nota aunque, desafortunadamente suspende con el single Writing’s on the wall de Sam Smith, el cual no pega en absoluto ni con la película ni con el personaje de James Bond, quedando a años luz de Skyfall de Adèle.


En definitiva, Spectre es una muestra de que el Bond del siglo XXI sigue guardando algo de aquel inmortalizado el siglo pasado, constituyendo un gran homenaje a su pasado sin olvidarse de su prometedor futuro. Regresan los gadgets, las chicas, los villanos excéntricos y toda esa iconografía que conforma al más sexista, polémico, conflictivo y pese a todo ello al personaje más apreciado de la historia del cine. Daniel Craig, por su parte, podrá regresar -si decide hacerlo- en otra nueva entrega ya que el final deja la puerta completamente abierta a una continuación. Connery, Lazenby, Dalton, Moore, Brosnan o Craig, da igual quien lo encarna porque él es Bond, James Bond y ahí sigue en su 53 aniversario para recordarle al mundo por qué sigue siendo el mejor de todos los espías.



8/10: MARTINI CON VODKA...AGITADO, NO REVUELTO




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